CRUCIFIXIÓN DE CRISTO.
Que les parece si ahora abordamos el tema de la Cruz de Cristo, del cual recibimos muchos ataques por parte de nuestros hermanos separados, y que dicho sea de paso, la Cruz, o más bien, Jesús Crucificado es nuestro distintivo, nuestra insignia como católicos.
Así pues, recordemos que luego nos critican por portar algún crucifijo, o por tenerlo en casa, diciéndonos que por qué queremos tanto la cruz si fue el arma con la cual Jesús murió, etc. pero que no nos extrañe:
"Porque muchos viven como enemigos de la Cruz de Cristo..." Filipenses 3:18.
Pero debemos saber que no fue la cruz la que mató a Jesús, sino nuestros pecados. La cruz fue solamente un instrumento para que Jesús pudiera salvarnos; la puerta que le permitió entrar en la gloria.
“Por toda respuesta Jesús declaró: ha llegado la hora en que el Hijo del Hombre va a entrar en su gloria. En verdad les digo si un grano de trigo no cae en tierra y no muere, queda solo, pero si muere, da mucho fruto.” Juan 12:23-24.
También nos dicen que Jesús pereció en un palo, en un madero y no en una Cruz, pero si vemos ese libro de Historia tan sagrado (La Biblia) nos damos cuenta de la realidad.
“Encima de su cabeza habían puesto un letrero que decía porqué lo habían condenado: este es Jesús el Rey de los Judíos.” Mateo 27:37.
Si se hubiera tratado de un palo, Jesús hubiera tenido las manos juntas y la biblia hubiera dicho que el letrero estaba puesto sobre sus manos. Al decir la biblia que estaba puesta sobre su cabeza, quiere decir que Jesús tenía las manos separadas, y por lo tanto se encontraba sobre una cruz y no sobre un palo.
Cabe destacar que la Crucifixión y muerte de Cristo Jesús, vino a cumplir una profecía dictada en el Antiguo Testamento (Salmo 22:11-18, Isaías 53:12) y que obviamente se cumplió con Jesucristo al morir crucificado Lucas 23:33, Juan 19:23-24, Juan 19:33.
A pesar de que Cristo al morir en la cruz quedaba maldito por la misma Ley que Él cumplió. Sin importarle prefirió entregar su vida por nosotros.
“Pero Cristo nos rescató de la maldición de la Ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros; pues está escrito. Maldito todo aquel que está colgado de un palo.” Gálatas 3:13.
Jesús a sabiendas de su inevitable misión permitió en si mismo el cumplimiento de la profecía:
“Él no cometió pecado, pero Dios quiso que cargara con nuestro pecado para que nosotros en él, participáramos de la Santidad de Dios.” 2 Corintios 5:21.
Incluso los mismos Soldados Romanos siguiendo con el cumplimiento de sus leyes, en el instante que Jesús murió fue descolgado de la Cruz, siguiendo el mandato de Deuteronomio 21:23.
Quizá pensemos que la muerte de Cristo en una cruz pudo haber sido casualidad, o que nada más se les ocurrió torturarlo en una cruz, pero rebuscando un poco en la Historia nos damos cuenta que la Crucifixión era un medio de tortura muy común entre los Romanos, en pocas palabras no era un método que se estaban inventando, sino que ya había sido ampliamente practicado.
“…Ahí tienen a su Rey: ellos gritaron, ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo! Pilato les respondió: ¿Debo yo crucificar a su Rey? Los jefes de los Sacerdotes contestaron. No tenemos más Rey que el César. Entonces Pilato les entregó a Jesús para que fuera CRUCIFICADO.” Juan 19:14-16.
La crucifixión implica una cruz, y no nada más un madero; ha sido una de las maneras más terribles en las que los hombres han sido asesinados por sus semejantes. De tal suerte que Cicerón lo describe como el método más cruel y sanguinario de todos. La crucifixión no es sólo muerte, sino también tortura prolongada, dolor, agonía... La crucifixión, tan utilizada por los romanos, era el método de asesinato legal más terrorífico, y de esta forma actuaba no sólo como método de ejecución, sino como advertencia a todo el que pensara vulnerar las leyes. Por eso la crucifixión era pública y en lugares abiertos, para que los cuerpos quedaran expuestos y todos pudieran ver el castigo. Tal y como se ejemplifica en Mateo 27:27-50 con la Crucifixión de Jesús.
Gracias al descubrimiento de los huesos de Giv´at ha-Mitvar, desenterrados en 1968 al norte de Jerusalén y que pertenecen a un hombre crucificado (que nada tiene que ver con la crucifixión de Jesús, ojo...) de unos 26 años de edad y 1,67 metros de altura, podemos tener una idea muy completa de cómo era este inhumano y despreciable castigo.
En primer lugar, tal y como describen los Evangelios, los reos de muerte eran flagelados. Los romanos utilizaban tres grados de dureza en la flagelación con látigo, así, la más dura era para los reos de muerte. Luego le cargaban el travesaño a la espalda y le hacían llevarlo hasta el lugar de la ejecución, donde el madero vertical estaba clavado de manera fija, esperando a su víctima. El hombre era tendido en el suelo boca arriba y sus brazos clavados al travesaño (no podían clavarles las palmas de las manos porque el peso desgarraría la carne fácilmente, por eso se clavaban los brazos del reo por debajo de las muñecas, entre los dos huesos del antebrazo: el cúbito y el radio). Entonces se subía el travesaño y se fijaba al madero vertical. El reo estaba de pie y podía apoyarse en un listón de madera que servía de asiento. Le subían las piernas y le clavaban los talones al madero. El examen de los clavos ha demostrado que el clavo atravesaba antes un trozo de madera de acacia o almendro para fijarse mejor. En este caso concreto, el clavo se había fijado a los huesos de los talones de tal modo que para descolgar al reo tuvieron que cortarle uno de los pies. Todo el peso del cuerpo quedaba colgado de los brazos, por lo que el cuerpo tiraba hacia abajo y los clavos iban desgarrando la carne de los antebrazos hasta que los huesos de las muñecas frenaban el descenso y el hombre comenzaba una agonía que podía durar horas y horas hasta que fallecía por asfixia entre horribles sufrimientos. Por encima de su cabeza se clavaba un cartel donde se daba cuenta de los crímenes cometidos por el reo. En el caso de Jesús el cartel decía en latín: Iesus Nazarenus Rex Iodorum: Jesús de Nazaret Rey de los Judíos, cuya conocida abreviatura es INRI.
Como medida de gracia, los soldados que llevaban a cabo esta espantosa ceremonia, podían partirle las piernas a golpes para acelerar su muerte, tal y como demuestra el examen médico de estos huesos donde el ángulo de la fractura es clave para determinar la postura exacta del reo en la cruz. Los huesos de Giv´at ha-Mitvar, que probablemente pertenezcan a un zelote que combatió a los romanos nos muestran heridas atroces que testimonian el completo desprecio por la vida que reinaba entonces y aún ahora en muchas naciones.
El relato de los Evangelios nos hace pensar que Jesús llegó en muy mal estado a la Cruz debido a los sufrimientos y torturas padecidos a manos de los auxiliares romanos y guardias judíos y, sobre todo, de la flagelación a que fue sometido. Puesto que Poncio Pilato no creía que fuera culpable de muerte lo más posible es que ordenara que le azotaran muy violentamente para evitarle el mayor sufrimiento posible en la Cruz. El evangelista Juan fue testigo de la crucifixión de Cristo y su relato es el que más pormenores señala sobre este episodio (Juan 19:17-42). Junto a Jesús fueron asesinados legalmente dos ladrones, uno de los cuales se burló de Cristo, pero el otro se apiadó de él y Jesús le prometió la salvación. Es la famosa historia de "el ladrón bueno". Recordemos que todo, absolutamente todo lo que nos presenta el Evangelio tiene un mensaje de Amor y de Esperanza y que la muerte de Jesús no fue más que el trámite físico, terrible y necesario, para su posterior Resurrección:
“Luego comenzó a enseñarles que el hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los nobles, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, que iba a ser condenado a muerte y que resucitaría después de 3 días.” Marcos 8:31.
Y como consecuencia de este acto expiatorio, Cristo nos reconcilió con Dios, sobajo a quienes lo condenaron y humillaron, y finalmente se vislumbró como el verdadero Salvador (Colosenses 2:14-15).
Así pues en adelante tomemos el Ejemplo que Cristo nos impuso, que nada de lo venidero nos desaliente, que nada nos asuste, para que no evitemos nada, sino que al contrario afrontar esas circunstancias con valor, con fe, y con mayor razón si en nombre de Dios, porque finalmente tendremos una recompensa muy grande, por eso:
“Levantemos la mirada hacia Jesús, el que motiva nuestra fe y la lleva a la perfección. Él se fijó en la felicidad que le estaba reservada y por ella no hizo caso de la vergüenza de la cruz, sino que fue a padecer en ella, y en adelante está sentado a la derecha del Trono de Dios.” Hebreos 12:2.
Para concluir con este articulo, vamos a reflexionar un poco, cada vez que pensamos o escuchamos el Nombre de Jesucristo, es inevitable imaginarlo en una Cruz, es decir, Crucificado, por lo general así los imaginamos. Podemos darnos cuenta que el hecho de asociar a Jesús con la Cruz en que pereció, no es cosa de la casualidad:
“Destruyó el odio y los reconcilió con Dios, por medio de la cruz, haciendo de los dos un solo cuerpo.” Efesios 2:16.
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